Erase una vez una escuela de niños y niñas llamada LA SANTA CRUZ,
pero a la que todos llamaban Santi.
Santi vivía feliz y
contenta, en un pequeño pueblo conocido
como Caravaca de la Cruz.
A esta escuela llegaban todas las
mañanas, niños y niñas deseosos de
aprender cosas nuevas. Y Santi veía feliz como cada día los niños y niñas iban
haciéndose mayores y cada vez más listos.
Un día, al llegar el recreo los
niños de Infantil salieron corriendo al patio y comenzaron a gritarle a Santi
todos a la vez.
Santi no entendía nada con tanto
escándalo.
-¡Por favor, no habléis todos a
la vez! ¡No me entero de nada! ¡Hablad de uno en uno! - dijo Santi.
Los niños se dieron cuenta de que Santi tenía razón y se callaron todos a la vez. Entonces Elena tomó la palabra.
Los niños se dieron cuenta de que Santi tenía razón y se callaron todos a la vez. Entonces Elena tomó la palabra.
-¡Santi, nos ha dicho la seño que
va a ser tu cumpleaños!
Santi se quedó muy sorprendida
con las palabras de Elena. Ella no sabía lo que era UN CUMPLEAÑOS. Nunca había
celebrado ninguno. Santi comenzó a pensar qué sería UN CUMPLEAÑOS. ¿Y si era
cómo el pinchazo que da el médico cuando
te pone la vacuna? ¿Y si era cómo cuando mamá te hace comer algo que no te
gusta nada? Santi estaba asustada y tenía ganas de llorar.
-¡NO! ¡Yo no quiero un
cumpleaños!- dijo gritando.
-¿Por qué?- preguntaron los niños
y niñas sorprendidos.
-¡Porque me dolerá!- respondió
Santi.
-¿Doler? ¡Un cumpleaños no
duele!- dijo Kilash sonriendo.
-¡Pues tampoco me lo quiero comer!-
respondió decidida Santi.
-¿Comer? ¡Un cumpleaños no se
come!-contestó Ainhoa entre risas. ¡Un cumpleaños es una fiesta donde se
celebra que tienes un año más! ¡Y puedes invitar a tus amigos!.
Santi no podía creer lo que
estaba oyendo ¿Una fiesta? ¡Un cumpleaños era una fiesta! A ella le encantaban
las fiestas y encima podría invitar a todos sus amigos. Estaba tan contenta que
comenzó a saltar y a gritar de alegría.
-¡Oooooooohhhhhhhhhh! ¡Santi no
saltes, que se mueve el suelo y nos caeremos!- dijo David.
- ¡Ay, que contenta estoy! ¡Voy a
celebrar mi cumpleaños!-dijo Santi, al mismo tiempo que paraba de dar saltos.
¡Y cuántos años cumplo?- preguntó.
- ¡Ciennnnnn!- contestaron todos
a la vez.
-¡Cien años es mucho! ¿No?-
preguntó Santi.
-¡Síiiiiiiiiii!-gritó Salma.
De pronto, Santi recordó el día
en qué nació. Al principio Santi tenía clases donde solo iban los niños y
clases donde sólo iban las niñas. Todos estaban tristes porque querían jugar
juntos y no podían. A Santi no le gustaba ver a los niños tristes, así que
decidió que niños y niñas debían estar juntos en la misma clase, compartiendo
juegos y risas.
-¡Santi! ¿En qué estás
pensando?-le preguntó Alberto que estaba preocupado al ver a Santi tan callada.
-¡En nada!- respondió ella. ¡Y
cuándo voy a celebrar mi cumple?
-¡La seño ha dicho que cuando
llegue el otoño!- dijo Miguel.
-¡Pero para eso falta
mucho!-exclamó Santi desilusionada.
-¡No te preocupes Santi! ¡La seño nos ha dicho que cumplir cien años es algo muy importante, y que vamos a celebrar contigo muchas fiestas, antes de que llegue tu cumple- dijo Paula.
-¡No te preocupes Santi! ¡La seño nos ha dicho que cumplir cien años es algo muy importante, y que vamos a celebrar contigo muchas fiestas, antes de que llegue tu cumple- dijo Paula.
-¡Ay, que contenta estoy! ¡Va a
ser el año más feliz de mi vida!- exclamó Santi, llena de alegría.
Y así, felices y contentos, los
niños y niñas se pusieron a bailar en el patio de la escuela, mientras Santi
los miraba sonriendo.
Y colorín, colorado, este cuento
se ha acabado.
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